sábado, 20 de septiembre de 2008


“Teatro para pájaros”, en la flamante sala Fuga Cabrera.
Teatro para el Rock
Luego de su estreno en el 2007, Daniel Veronese repone la obra en su nueva sala.

Life is but life, and death but death!
Bliss is but bliss, and breath but breath!
And if, indeed, I fail,
At least to know the worst is sweet.
Defeat means nothing but defeat,
No drearier can prevail!
Emily Dickinson


Uno de los mayores exponentes de la denominada “nueva dramaturgia argentina”, Daniel Veronese, ha sido profundamente estudiado y analizado, reconocido por su creatividad y calidad como artista, titiritero, dramaturgo, un verdadero “animal de teatro”. Prolífico, creativo, multipremiado, es reconocido no sólo por el campo de los teatristas, también por el ámbito académico que lo requiere de modo permanente para sus análisis y trabajos universitarios. Sin dudas, su obra constituye – junto con Rafael Spregelburd , Mariano Pensotti, Alejandro Tantanian y Javier Daulte, entre otros– un material invalorable para todo aquel que intente comprender que ha acaecido en los últimos años dentro de la producción dramática nacional.

Con varias obras en cartel, un proyecto cultural propio y genuino, la búsqueda de trabajo con nuevos lenguajes como el cine , y la relevancia de su labor en España; se ha puesto en la picota de la producción periodística y mediática en lo que a temas de espectáculos respecta. En este caso, nos abocamos a enfrentar la lectura de una de sus últimas manufacturas: “Teatro para pájaros”.

La obra se ha reestrenado este año, luego de su lanzamiento en el Teatro del Pueblo – marzo 2007- , esta vez, en Fuga Cabrera, la sala inaugurada recientemente en su propia morada.
Como sucede en cada ocasión donde un autor de su talla sube a escena un trabajo, múltiples medios de comunicación editan y producen material - ¿crítico?- sobre la obra en cuestión. Si se realiza un recorrido pormenorizado sobre los distintos metatextos producidos en torno a “Teatro para pájaros”, se encuentra una constante de lectura presente en la totalidad de las plumas que han espetado la tinta sobre el papel: la característica de obra organizada en base a un juego de “cajas chinas” , el trabajo autorreferencial signado por las parejas de integrantes del campo teatral que se la pasan hablando y dando cuenta de las problemáticas endógenas de aquello que se alude y puede entenderse como “el teatro argentino”, “teatro dentro del teatro”.
Frente a este cúmulo de entramados textuales redundantes, surge una serie de interrogantes prolíficos que podrían permitir la posibilidad de enunciar algo más, sino no tiene sentido continuar repitiendo lo mismo a través de los textos. En principio, como lectores y amantes del teatro, ¿Estamos compelidos a remachar sobre lo mismo? ¿Debemos intentar aportar a cierto estadio de búsqueda y apertura del texto más allá de lo que los propios productores piensan acerca de su trabajo? ¿En esta época estampada por el hipertexto, no es necesario ejecutar algún tipo de estrategia discursiva que abogue por la distinción y la calidad de la información sobre los espectáculos que intentamos atrapar? Los entresijos son surtidos y el debate continúa siendo el de siempre: ¿Cuál es el lugar de la crítica de espectáculos en nuestra contemporaneidad?

Si bien este no es el espacio para debatir acerca de las numerosas cuestiones sobre la crítica periodística y académica, es necesario plantearlas permanentemente para tener en cuenta que no escapa a la crisis massmediática imperante en los medios de comunicación, por una parte, y en las decisiones de qué y quienes logran publicar, de acuerdo a los multilaterales factores de poder intervinientes – de ello, la producción académica y sus agentes, bien lo saben -, por la otra.

Lo cierto es que poco se ha hablado en el caso de “Teatro para pájaros”, acerca de la miscelánea materia surtida que constituye, producto de un fructuoso edificio ensamblado a partir de piezas seleccionadas con eminente precisión.

Desde el inicio del rito, observamos que el espectáculo intimará la enciclopedia y el reconocimiento atento del espectador avezado, interesado en asir la batería de elementos que se proponen. El público ingresa a la sala lentamente, toma asiento en las añejas butacas impregnadas de aplausos, mientras se oye a los actores conversando en un entrepiso, como si fueran músicos prestos a salir a escena. Charlan, se ríen, debaten, sesgan con sus voces el sonido estereofónico que suena con energía: los diálogos de “The Raven”, la obra que Lou Reed produjo sobre textos de Edgard Alan Poe.
Sin darse cuenta, los asistentes al espectáculo ya han sellado el contrato, presencian desde el inicio los mecanismos de un cúmulo de partes y fragmentos que se adhieren para contar una historia. El relato versa sobre el teatro y los actores están en escena, mostrándose tal cual son – excelente elenco que evidencia el arduo trabajo subyacente y la “química” que los une- , allí arriba, viviendo la intensidad de “la previa”.
La elección de la música no es inocente, ya que el juego intertextual será el tutor a seguir durante toda la función. En un devenir paradigmático, brota Lou Reed, que tomó los textos de Poe, elaborando un intenso desarrollo musical consumado en POEtry, dirigida por Robert Wilson en el 2000.
Las relaciones entre rock y teatro constituyen un resquicio de entrada feraz para llegar a la representación. De hecho, Veronese posee, como dramaturgo y director, una rítmica especial en la creación de belleza, no solo en Open House – donde Lou Reed es fundamental -, también en otras obras de su factura, como Variaciones sobre B, Cámara Gesell, Circonegro, Señoritas porteñas, Luisa, Luz de mañana en un traje marrón- precisamente, Rubén Szuchmacher incluyó las últimas tres en un espectáculo al que denominó: Música rota-, etc.

También, la música pivotea durante toda la obra, así suenan temas de Leonard Cohen e Iggy Pop, se menciona a Moby en los parlamentos. Podríamos afirmar que existe un trasfondo rocker en la dramaturgia de Veronese, más aún, en toda su existencia artística: esa energía ciclópea que lo lanza a producir constantemente; las marcas que orientan la mirada hacia un gusto por la música; la forma de trabajo con múltiples elencos a la manera de un sesionista experimentado; su concepción de poner en escena una máquina poética que podríamos asimilar a la ligazón del rock y la fuerza característica de la máquina – tengamos en cuenta , además , la similitud por proximidad semántica de algunos nombres como La Máquina de hacer pájaros , La Aplanadora del Rock, etc. -; incluso, la instancia precedente de los actores se asemeja a la espera intensa por salir al escenario que todo músico transita en cada recital. Ellos esperan allí la salida frente al público, prestos para comenzar la función con la misma celeridad con que un violero toma su instrumento y transforma el entorno, irrumpiendo sobre el silencio con la masa de sonidos.

Un campo de tensiones textuales se desata en la escena, el relato permite no solo postular la evidente autorreferencialidad; lo interesante es construir la lectura a partir de las tensiones inter – sistemas estéticos, ubicando la mirada en el universo simbólico-cultural, para encontrarnos con la dimensión filosófica del intertexto: la inexistencia de un origen, la concomitante posibilidad de re-comenzar permanentemente, abriendo posibilidades paralelas a las “verdades hermenéuticas” que postulan la exégesis única del Texto.

Así, los poemas de – y el sujeto – Emily Dickinson resuenan en el profundo discurso que emite Gloria (Laura López Moyano), captando cierto vigor en el carácter punzante de sus dichos acerca de los que detentan el poder dentro del teatro, profiriendo las palabras sobre Antonio, el productor que se mofa de los actores mientras juega a ser una star del cine italiano, Tony Musante.
Por detrás de la arquitectura de la acción se proyecta como un espectro reluciente, una de las mejores obras de Etore Scola, C'eravamo tanto amati. Gloria, como Luciana en el film, intenta vivir de su profesión como actriz, motivo que la perturba constantemente y le provoca un repudio recóndito hacia los “dueños del teatro”, los productores y los espectadores alienados que determinan “lo que hay que ver”. Además, retumba la entrañable relación de amistad y pasión que vive entre los personajes.
Por sobre todas las cosas, “Teatro para pájaros”, apela a la bienquista libertad que el sujeto sólo puede hallar en la experiencia estética y erótica. De acuerdo a como Ricardo le asevera a Teresa – unos excelentes Lautaro Delgado y Marina Bellati -, hacia el final del espectáculo, ¿Los espectadores podrán decir: “ya sé de qué hablaba la obra”?

Conrado Beretta, para LRN.

Audio de nuestra emsión - Viernes 19/9/08



Ficha técnica:
Obra: Teatro para pájaros. Autor: Daniel Veronese. Elenco: Malena Figó, Diego Gentile, Marina Bellati, Lautaro Delgado, Laura López Moyano y Leonardo Saggese. Dirección: Daniel Veronese
Sala: FugaCabrera, Cabrera 4871 "C". Reservas 4833-2043 - fugacabrera@gmail.com
Prensa: Carolina Alfonso. Iluminación: Gonzalo Córdova. Diseño de escenografía: Daniel Veronese. Operación Técnica: Martín Acuevide. Producción ejecutiva: Sebastián Blutrach. Asistencia de dirección: Tatiana Sandoval

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