Audio del sábado 24/05 donde hablamos de Lote 77
Un cúmulo etario de interrogaciones frente al vacío
¿Qué es la crítica, sino la posibilidad de abrir nuevas lecturas y “hacer jugar” la polisemia del signo? ¿Podemos sostener estatutos de verdad frente al ARTE? Mejor dicho, ¿podemos pensar que hay una única verdad, una sola posibilidad de entender algo? Desde luego que no. En el caso de Lote 77, nos encontramos con un paratexto – un programa de mano, muy particular por cierto, como lo pueden ver en la foto presente en este espacio –cuyo discurso postula una problemática acerca del género, de la constitución de la subjetividad en el espacio socio–simbólico: ¿Cómo un hombre construye un varón? Leemos en el objeto citado. De manera acertada, se emplea la palabra “varón”, en lugar de las categorías masculino–femenino; pues, teniendo en cuenta las características del espacio donde se desarrolla la obra –el campo-, el designante “varón” posee un peso simbólico muy específico y determinante sobre la sexualidad de las personas. Frases como: “es un varoncito”, “no llores, sos un hombre, sos un varón”, “a golpes se hacen los hombres, vamos varón”, etc; son comunes en el espacio de anclaje donde acaece la acción.
La masculinidad no es una categoría que se relacione con las preferencias sexuales de un sujeto, en cambio, el referente del significante varón, por el contexto de referencia y el espacio lingüístico en el que se utiliza, implica una serie de condiciones y caracteres que el sujeto nombrado debe poseer: como un temple con basamento, un conjunto de decisiones firmes, una fortaleza nunca vista en la condición femenina, un cuerpo enérgico, pues el discurso machista se edifica sobre la relación cuerpo/sexualidad y la potencia viril es simbolizada por el pene erecto. Pero, ¿realmente de esto se construye un varón? ¿Es necesario un hombre para construir un varón? ¿Un varón se construye?
Más allá de las diferencias, existen varios caminos semánticos, posibilidades de asignar sentidos en distintas direcciones. Hablo de la apasionante libertad que tienen los textos para encontrar en ellos, acaso lo totalmente divergente frente a metalenguajes establecidos y respetados; se trata de un desafío y una responsabilidad ineludible, la de asignar sentido. Desde esta acepción, toda crítica debe ser respetada mientras sea explicitado su anclaje en la mirada de su autor, ya que todo sujeto tiene derecho a expresarse y tomar la palabra. El problema surge cuando, aquellos que detentan espacios de poder, ya en medios, ya en instituciones, intentan instaurarse como los soberanos de la verdad, efectuando juicios sin fundamento ni argumentación, haciendo alarde de algún conocimiento menor que en el reino de la ignorancia es valorado como saber.
En mi caso, el texto logró interpelarme acerca de la ausencia, la oquedad de un rol familiar, el padre no presente y, en definitiva, la muerte. Digo texto y no “obra” porque considero que no hay una intención de entregar al espectador un constructo íntegro, definido y ordenado, sino que se le asigna a la instancia espectatorial un espacio activo y de exhortación constante: deberá estar muy atento al discurrir de los actores–personajes, a los permanentes y extensos diálogos que mantienen entre sí; estableciendo cadenas de significado y asignando estatutos diversos según su capacidad y enciclopedia.
En los parlamentos que profieren los actores existe un atisbo acerca de la cesura entre la biografía de cada uno y el espesor del personaje, un ejercicio de auto-ficción donde cada uno se sirve de su propia memoria para convertirse en sujeto y objeto del relato. Se produce un llamado a quien observa desde la butaca, una demanda de atención sobre las trampas y los juegos del desdoblamiento, de los dobles que se ponen en juego dentro de la escena.
El espacio escénico se destaca por su sencillez e importancia dramática dentro del texto espectacular: un juego de tranqueras dispuestas en el lugar, delimitando una estructura tabulada –redundante junto con el título y el discurso de los personajes– donde se desarrolla el intenso y activo trabajo de los actores, por demás destacable y digno de ponderación.
Una campana –a veces una frase- funciona como puntuación de las acciones a seguir que los actores emplean como disparador del juego escénico, jalonando las secuencias del texto a seguir. “Recreo”, “Práctica de género 1”, “Práctica de género 2”, “Examen escrito”, “Lección oral”, etc.
Si debiéramos establecer una síntesis sobre lo que Lote 77 consigue provocar, podríamos decir que propone un enigma a ser resuelto, una interrogación no sólo sobre la sexualidad, también acerca de los vínculos interpersonales, las relaciones parentales, la importancia del contexto social en tanto sujetos; es decir, una serie de cuestionamientos que el sentido común determina como propios de aquellos individuos que se acercan a las tres décadas de existencia.
Una obra muy particular, marcada por una mirada profunda y lúdica, una experiencia teatral colectiva digna de presenciar para reflexionar y deleitarse.
Conrado Beretta
Especial para “Los Restos del Naufragio”
Ficha:
Actores: Andrés D'Adamo - Lautaro Delgado - Rodrigo González Garillo
Dirección: Marcelo Mininno
Diseño escenográfico: MARCELO MININNO
Diseño de iluminación: ELI SIRLIN
Diseño de vestuario: CAROLINA MAS
Asistencia de dirección: SILVIA OLEKSIKIW
Producción ejecutiva: PABLO MORGAVI
Diseño de iluminación: ELI SIRLIN
Diseño de vestuario: CAROLINA MAS
Asistencia de dirección: SILVIA OLEKSIKIW
Producción ejecutiva: PABLO MORGAVI
Prensa : Luciana Zylberberg
TEATRO DEL ABASTO - HUMAHUACA 3549
Reservas: 4865-0014
No hay comentarios:
Publicar un comentario